En un contexto global marcado por altibajos económicos, tensiones geopolíticas y una competencia tecnológica acelerada, las compañías de todo el mundo están redoblando su apuesta por la inteligencia artificial (IA) como vía para responder al cambio. Según un nuevo estudio publicado por El Economista, un 71 % de las empresas ha intensificado sus inversiones en IA para afrontar la incertidumbre, pero de ese grupo apenas 22 % cuenta con una estrategia formal que oriente esa adopción.
Un boom reactivo, no siempre estructurado
Las motivaciones son claras: los efectos combinados de la inflación, la fragmentación de cadenas de suministro, el auge de nuevas tecnologías y la presión por innovar están obligando a los directivos a moverse rápido. Muchas firmas ven en la IA no solo una herramienta de productividad, sino también una salvaguarda frente a entornos volátiles. Sin embargo, la velocidad con que dejan sus sistemas tradicionales y lanzan pilotos no siempre va acompañada de una hoja de ruta clara.
El citado análisis indica que, aunque la mayoría de las compañías reconoce la IA como prioridad estratégica, la ausencia de una estructura formal —con metas definidas, gobernanza, métricas y recursos asignados— las deja vulnerables. Las iniciativas suelen quedar en fases de prueba o aisladas, sin escalar al corazón del negocio.
Riesgos de crecer sin marco estratégico
Según expertos consultados, operar sin un plan definido puede generar varios problemas: duplicidad de esfuerzos, paralización de proyectos tras una fase piloto, falta de retorno de inversión y hasta efectos contraproducentes, como el aumento de riesgos éticos, de cumplimiento o de sesgo en algoritmos.
Una empresa que invierte en IA sin definir qué espera lograr, cómo lo medirá y quién se responsabiliza, corre el peligro de perder más que ganar: no sólo dinero, sino credibilidad interna, alineamiento de equipo y ventaja competitiva.
Claves para “formalizar” la estrategia de IA
Para que una apuesta de IA realmente aporte valor, el estudio destaca tres ejes que deben atenderse:
- Visión ejecutiva y gobernanza clara: la alta dirección debe definir qué papel jugará la IA en la empresa, cómo se integrará y qué resultados espera.
- Infraestructura, datos y talento: sin calidad de datos, plataformas adecuadas y habilidades internas, los proyectos quedan en buenas intenciones.
- Escalabilidad y medición de impacto: pasar de iniciativas aisladas a operaciones donde la IA esté integrada y aporte métricas de negocio tangibles.
Un camino inevitable, pero aún en desarrollo
Para un amplio número de compañías, la IA ya no es una opción, sino una necesidad. Pero como revela el estudio, la brecha entre aquellos que han comenzado y los que lo han hecho bien sigue siendo grande.
La cifra del 22 % con estrategia formal se convierte, entonces, en un llamado de atención: estar en la carrera tecnológica no basta; lo importante es tener un asiento privilegiado y organizado para competir en ella.














